El tabaquismo es una de las adicciones más antiguas conocidas. Los mayas empleaban el tabaco de diversas formas y Cristóbal Colón lo trajo a Europa, de forma que llegó a nuestro continente de la misma manera que la patata o el maíz. Tras su aparición en Europa, en 150 años su uso se había extendido al mundo entero. Se le atribuyeron propiedades curativas y rápidamente se creó un gran comercio a ambos lados del Atlántico. En 1964 se publicó el primer informe médico sobre la relación entre tabaco y cáncer de pulmón. Sus múltiples efectos nocivos sobre la salud se han descubierto progresivamente a lo largo de los años.
El tabaco tiene una gran capacidad adictiva o de “enganche”, que reside en su contenido en nicotina y en su forma de administración. La nicotina es un agente con efectos perjudiciales sobre la salud, fundamentalmente por su poder vasoconstrictor, es decir, de cerrar las arterias. Asimismo, el tabaco contiene varios miles de compuestos químicos, y se sabe que unos 69 son capaces de causar cáncer. Algunas de estas sustancias son partículas sólidas como la nicotina, benzopirenos, hidrocarburos, níquel, cadmio, arsénico, etc. Otros productos se liberan en forma de gases como el monóxido de carbono, acetaldehído, acetona, bencenos, nitrosaminas, etc. La forma de administración más común, la inhalación del cigarrillo, facilita una rápido paso de las sustancias desde el pulmón a la sangre. Desde allí se distribuyen al cerebro donde la nicotina es recibida por unas moléculas o receptores de las neuronas. La unión a los receptores produce los principales efectos buscados por el fumador: supresión del sueño y del apetito, mayor capacidad de aprendizaje, modulación del estado del ánimo, reducción de la ansiedad y la tensión y supresión del apetito. Además, los productos generados por la combustión del tabaco alcanzan otros órganos como el pulmón, las arterias, el corazón, el riñón y las vías urinarias.
Enfermedades en el sistema respiratorio y cardiovascular
Las enfermedades más frecuentes derivadas del consumo del tabaco se producen en el sistema respiratorio y cardiovascular. El primero incluye la vía aérea superior (boca, faringe, laringe), los bronquios y el pulmón propiamente. Uno de cada 5 fumadores acabará padeciendo una EPOC (Enfermedad pulmonar obstructiva crónica), que conlleva una pérdida progresiva de la función pulmonar. Además, el cáncer de pulmón, cuyo origen es el tabaco en el 90% de las ocasiones, constituye hoy en día el cáncer más frecuente y con mayor mortalidad. El tabaco agrava además otras enfermedades respiratorias comunes como el asma o las infecciones respiratorias. Estos efectos se han demostrado también en personas que inhalan el humo del tabaco de forma pasiva.
Las enfermedades cardiovasculares como la enfermedad coronaria (angina e infarto de miocardio), y los accidentes cerebrovasculares, tienen una alta relación con el tabaco y constituyen una de las causas de muerte potencialmente evitables con el abandono del tabaco. Además del cáncer de pulmón, en fumadores son más frecuentes los tumores malignos de otros órganos como los de vía aérea superior, páncreas, riñón y vejiga, esófago, estómago y útero.
Las mujeres constituyen un grupo especial de fumadores. Durante años, han sido el objetivo de las campañas publicitarias porque parecen tener una mayor capacidad de adicción y una mayor dificultad para abandonarlo posteriormente. Dentro de este grupo, las chicas adolescentes constituyen un blanco importante para la industria tabacalera debido a su preocupación por el peso corporal. Los efectos del tabaco en la mujer embarazada añaden complicaciones durante el parto como parto prematuro, placenta previa, rotura prematura de membranas, bajo peso al nacer o incluso muerte súbita del neonato. En este grupo se aconseja abandonar el tabaco ya en el primer trimestre.
Si bien el efecto sobre la salud es variable en cada persona, no existe un nivel de exposición que sea seguro. Los efectos del tabaco son mayores cuantos más años se fume y la única estrategia garantizada es no fumar nunca y si se fuma abandonarlo.
Enfermedad crónica
El tabaquismo ha sido declarado como enfermedad crónica dentro de los trastornos mentales y del comportamiento de la Organización Mundial de la Salud. Como en otras adicciones, la exposición regular a nicotina produce una regulación dentro del organismo de los receptores que median los efectos de la nicotina. De esta forma, el fumador habitual se hace dependiente de la nicotina y la falta de la misma provoca síntomas físicos y psíquicos como aumento de apetito, deseo imperioso de fumar, y alteraciones del sueño y del ánimo como depresión, irritabilidad, ansiedad o sensación de frustración. Cuando el fumador fuma, estos efectos revierten y de esta forma se mantiene el hábito. Existe también una dependencia psicológica, por la que el tabaco se asocia a actividades de la vida diaria como tomar un café, tener un rato de conversación telefónica, realizar algunas gestiones que puede resultar más estresantes, etc.
La dependencia provocada por el hábito de fumar hace que su abandono conlleve una dificultad que es más notoria en las primeras 4 semanas. Existen cuestionarios que nos permiten valorar el grado de dependencia del tabaco como el test de Fagerström. El grado de dependencia nos permite predecir el grado de dificultad que encontrará el fumador para abandonar el tabaco y la conveniencia de añadir un tratamiento farmacológico en personas con dependencia moderada o alta, o con intentos previos fallidos. El grado de motivación es una parte muy importante para el éxito y se han de buscar aquellos puntos que refuercen la decisión del cese. El soporte por parte del personal médico incluye el consejo médico de abandonar el tabaco, el apoyo psicológico que puede ser personal o en grupo, la información oral y escrita y el tratamiento farmacológico cuando se considera conveniente.
El tratamiento farmacológico disponible actualmente incluye 7 tipos de fármacos. Cuatro de ellos son sustitutos de nicotina en diversas presentaciones (parches, caramelos, chicles, sprays) y pueden administrarse sin receta médica. Otros dos, bupropion y vareniclina, han de ser prescritos por un médico tras realizarse una historia clínica. Los tratamientos son eficaces y aproximadamente un 30-40% de los fumadores logra abandonar el tabaco. Posteriormente se ha de evitar el cigarrillo en toda ocasión, incluso años después de haberlo abandonado.
Los beneficios de abandonar el tabaco aparecen progresivamente en el tiempo. Algunos de ellos son rápidamente apreciables como la mejoría en la capacidad de ejercicio, la capacidad de oler y gustar sabores y la mejoría en la tos y la expectoración. Los efectos sobre el sistema cardiovascular son notables desde el primer año del cese y la disminución del riesgo de cáncer es progresiva a lo largo de 10-20 años. Los beneficios son mayores cuanto antes se abandone el tabaco. Por tanto, si está usted dentro de los 11 millones de fumadores de nuestro país, le animamos a tomar la decisión de vivir de forma saludable y sin tabaco.